Día 9: Calzadilla de la Cueza - León
Ivan Blanco
¿Os acordáis del último día?
En el día 8 de mi Camino estábamos a punto de llegar al final de nuestra ruta mientras intentábamos evitar la tormenta...
Para llegar a Calzadilla de la Cueza sólo hay un camino y en un día normal se hace bastante rápido. Teniendo los relámpagos y truenos acechando cada vez más, uno primero se empieza a encontrar con la lluvia, pero eso no nos ahuyenta a los norteños, incluso una buena tromba de agua es aceptable, pero cuando en un momento dado la expresión llueve a cántaros se convierte en llueve a piscinas... ese es el momento cuando uno debería considerar buscar algún tipo de refugio. Si a esto le añadimos granizo como piedras y viento que te desplaza medio metro, empezarás a ver incluso a los más temerarios echarse atrás.
Ante este Apocalipsis, lo único sensato que podía hacer era buscar refugio lo más pronto posible, y lo encontré entre unos arbustos y árboles, pero la tormenta era tan fuerte que tenía que buscar otra solución. Por suerte, me encontraba justo donde estaban los canales de evacuación de la carretera: dos agujeros de 1m por 1m. Tal cual un contorsionista, conseguí introducirme en uno de ellos y esperar a que la tormenta amainara. Además, a lo que en un principio nos había hecho gracia, hice buen uso del consejo que nos había enviado el padre de Marta unos días antes:
Décimo consejo para el Camino: si te encuentras en una tormenta con relámpagos, y especialmente si vas en bici, aléjate de la misma o puede que acabes con un peinado peor que el de Einstein.
Así me encontraba entre la lama y telas de araña, que durante los 45 minutos de tormenta, incluso me deleité con otra de las grandes tradiciones españolas: ¡la siesta! Sí sí, así, sin poder contactar con las chicas y con uno de los presagios más temidos de los Galos haciéndose realidad "que el cielo se caiga sobre nuestras cabezas" (haz click aquí para ver la referencia). Fue así, en esta situación, en la que un chicarrón del norte simplemente decidió echarse una cabezadita ;)
Con la calma tras la tormenta y la vaga esperanza de ir secando, tras unos minutos de pedaleo, de repente me encontré con Calzadilla de la Cueza, donde en realidad sólo hay dos cosas, el albergue y un restaurante, eso sí, qué restaurante. Los chicos que lo llevan y la comida que sirven valen la pena pasar por cualquier tormenta. Su simpatía y amabilidad no tienen precio. Además de esto, hemos tenido otra cena regional cojonuda e incluso volví a probar otra de mis cervezas favoritas, la Alhambra Reserva. Como colofón final, Marta y Maitane se desencajaron con un ataque de risa de lo más épico, aunque pronto silenciado por las "luces fuera" de las 22:00.
Tras un sueño risueño, empezábamos el día 9 de nuestro periplo con Marta y Carla retomando el colocón de endorfinas: ¡bailando bailando bailando! Así que tras un buen desayuno y este inicio energético, nos pusimos de nuevo en ruta. Una vez llegados a Sahagún, nos paramos rápidamente en una tienda de bicis para aprovisionarnos de los muchos neumáticos que habíamos gastado en nuestro legendario día de los pinchazos (compruébalo en día 7 y día 8). Justo se dio la casualidad también, que en ese momento me diera cuenta de que mi fantástico bombín se había roto. En dudas de si realmente necesitaba uno, ya que mis ruedas habían resistido estoicamente hasta la fecha, finalmente sí me decidí por comprarme otro. A mayores, también me agencié el mejor recuerdo para un bicigrino y que además me hacía más visible (por si otro apocalipsis cayera sobre nosotros; descubre qué souvenir me compré en futuras entradas)
Listos ya para proseguir nuestra aventura, nos pusimos en marcha para pronto volver a separarnos. Las chicas prefirieron tomar el Camino real, que tal como decía mi guía es, "más humano". Y no se equivocaba, yo opté por la ruta histórica de origen romano, de la cual decía: "más solitaria, agreste y salvaje". Y vaya con si era agreste... estamos hablando de 30 km, sí vale, planos, pero mayoritariamente de arcilla, piedras todo el rato, monotonía y vendavales todo el tiempo. Tal era la cosa, que mientras recorría esta ruta, incluso empezaba a preferir las horribles pendientes de mi primer día.
Si pensaba que la mañana anterior había sido solitaria, este recorrido romano definitivamente acabó siendo mi momento más solitario de todo mi Camino de Santiago. La carretera no parecía terminarse nunca porque el paisaje era todo el rato el mismo. Además, como lo "bueno" nunca llega sólo... (sí, si notas un poco de ironía, puede que no andes lejos), esta vez era mi turno para.... ¡pinchar mi bici!
Ahí estaba yo, en el medio de la nada con la predestinación a sufrir un pinchazo y sin nada de nada a mi alrededor, en serio, el espacio infinito en comparación con la nada en la que me encontraba se quedaría corto.
Pero no os preocupéis, estaba más que preparado, el destino ya había decidido que esa mañana me comprara un nuevo bombín. Curioso es el destino, que parece estar persiguiéndome allá donde vaya, ya que desde que empecé el Camino no ha hecho más que llevarme por la buena senda. De todas formas, tras haber cambiado 3 ruedas en las jornadas anteriores, esto iba a ser un juego de niños.... pero, siempre hay un PERO. Mi reluciente bombín nuevo no encajaba con la válvula, el aire si iba a todas partes excepto donde debía y no había ninguna manera de que consiguiera inflar mi rueda con ese bombín. Mi otro querido bombin, sí encajaba, pero estaba roto... es ahí donde vino a mi mente una de mis series favoritas de cuando era niño, ¡MacGyver! Sí sí, haz el comentario que quieras, pero funcionó. Usé mi bombín roto en combinación con el nuevo y de esta manera conseguí inflar la bici lo suficiente para proseguir mi Camino hasta León.
Fue así, con este MacGyverismo que finalicé en León una de las jornadas más duras y frías de toda mi aventura, a pesar del sol, no me quité la chaqueta en todo el día. Entré en la urbe leonesa bastante pronto y fue allí donde volví a reunirme con el equipo "Ondiñas".
A pesar de la jornada solitaria, me fui en búsqueda de un lugar donde desconectar un poco. Lo hice en el bar Vino Grifo cerca del albergue y es allí donde encontré la recompensa a mi esfuerzo: ¡tenían mi cerveza favorita! Mejor aún, tenía la Estrella Galicia 1906. Vale vale, a estas alturas, quizás Hijos de Rivera S.A. podrían pagarme una comisión por toda la publicidad que les llevo haciendo. Sino, al menos, me llevo otra buena foto y me deleité con una tapa de otro de los manjares españoles, el Jamón Ibérico, ¡el mejor jamón del mundo!
Para concluir este momento gourmet, otro tenía que sucederle, la cena. Buscando un sitio donde tuvieran algún menú peregrino interesante, fue también la ocasión el a que conocimos a un nuevo compañero, Felix de Alemania. La verdad es que comenzó su "Camino" en Berlín como parte de su gran viaje en el que aún se encuentra. Claro está que acabada la cena y como buen alemán, se convirtió en mi compi de cañas y degustó mis cervezas favoritas.
Desgraciadamente, como es costumbre en muchos albergues, hemos tenido que volver corriendo a las 22:30 ya que sino nos cerraban las puertas y no tendríamos posibilidad de entrar de nuevo. Fue también el momento en el que conocimos a uno de los curas más cachondos que jamás nos encontramos, Leandro...
Sigue los próximos días de mi Camino para conocer más de él y futuros compis de viaje del equipo "Ondiñas: más grandes, mejores y fuertes.